martes, 28 de noviembre de 2006

Alejandro Sanz en Woman

Si es verdad aquello de que los compositores, al escribir sus canciones, se inspiran en su propia vida, Alejandro debe de haber pasado –¡y quién no!– por esa melancólica etapa llamada desamor en la que uno reflexiona sobre lo partío que está su corazón, sobre los estragos de la soledad y sobre la necesidad, casi imperiosa, de hallar una nueva compañía. La conclusión se desprende al escuchar su último disco, “El tren de los momentos” (Warner), a la venta el 7 de noviembre. El madrileño de Moratalaz –con insistente acento gaditano– vuelve a ponernos el vello de punta con temas que recuerdan sus inicios barbilampiños. Sanz previene a los periodistas: «Nunca escribo sobre mí.» Es la primera frase que aparece en su nota de prensa oficial. Así que le pregunto sin más: «¿Qué hay de verdad en eso?» A lo que él contesta: «Bueno, ése es mi seguro de vida.» Nos recibe, por una «cuestión de cortesía», en su casa de Miami («sería demasiado frío ir a España y citaros en un hotel, ¿no te parece?») Es media tarde. Estamos en su porche compartiendo sofá, mechero y tabaco. Al frente, sus dos piscinas. Lo primero que hace al levantarse cada mañana –confiesa– es coger uno de sus barcos e irse lo más lejos posible a darse un baño desnudo. Para acabar el día, sin embargo, le gusta desnudarse con sus canciones al lado de amigos en ese mismo espacio que hoy nos alberga: «La última vez estuve con Antonio Orozco, David de María y Shakira. Aquí, por las noches se está de maravilla.» Es difícil imaginar para cualquier pobre mortal cómo debe de ser una juerga nocturna con los protagonistas de una lista de éxitos.

¿Nunca tienes testigos anónimos en estas fiestas improvisadas? Sí, claro. Mi casa siempre está llena de gente. Es como una comuna, mis amigos aparecen aquí un día y se quedan hasta que deciden hacer el check out. Me encanta ese ir y venir.

¿Por qué crees que tengo la sensación de que en tu nuevo álbum me estás explicando tu vida? Pues igual te estoy contando la tuya… ¿O acaso alguien está libre de las rupturas amorosas y de la tristeza que ello provoca? Yo escribo canciones y éstas se acaban de componer cuando alguien las escucha, cuando las interpreta y las adapta a sus sentimientos. ¡Claro que escribo sobre mí! Es lo que conozco. El problema es que cuando un personaje se mediatiza demasiado, la gente tiende a relacionar las letras con su vida. Yo jamás he querido potenciar eso; es más, ¡ojalá a nadie se le pasara por la cabeza! Pero, ¿qué puedo hacer?

Seguir componiendo éxitos, ¿no? Mi intención no es hacer éxitos, sino clásicos. Un éxito es un polvete en un baño y un clásico es una señora noche de amor. Es muy diferente.

¿Qué simboliza el tren para ti? El tren es la etapa en la que estuve componiendo el disco. Odio el avión y los aeropuertos. Me gusta el tren porque es una forma muy humana de viajar, es el auténtico viaje. Lo interesante no es la llegada o la salida, sino lo de en medio. En ese tramo es donde vivimos, donde nos pasan cosas, donde conocemos gente, donde se cruzan historias o donde, con suerte, te intercambias los teléfonos.

A Shakira le hubiera gustado que le pusieras otro título, ¿no es así? Sí, creo que sí (ríe). Cuando acabé el disco le dije a Shaki que me echara una mano con el título. Los suyos me parecen divinos: “Fijación oral”, “Servicio de lavandería”… Yo soy un poco torpe: “Tres”, “Más”… Una noche me llamó y me dijo: «Chán –así me llaman mis amigos–: Lo tengo. ¡Siéntate! Se llamará “Quítame la ropa”.» Mi respuesta fue: «¿Qué has bebido? » Me quedé tan preocupado que no me dormí hasta que conseguí algo que me gustara. De ahí nació “El tren de los momentos”. Me gusta.

Un álbum que recupera la sencillez y la pureza de los inicios. ¿Lo has hecho expresamente para reencontrarte con esas fans que te echaban de menos? No, pero sí reconozco que tiene algo de mis comienzos. No hay adornos porque he improvisado mucho. Primero, he cantado, y luego he escrito las letras para acordarme. El ochenta por ciento del disco lo he grabado en mi casa, sin ingenieros de grabación. De esta manera, la creatividad crece y se agiliza mucho el trabajo. Además, en la soledad uno se atreve a hacer cualquier cosa.

Una curiosidad: ¿Qué se siente siendo la banda sonora de tantas vidas? Pienso automáticamente: «Cuidado con lo que sueñas porque se puede convertir en realidad.» ¿Qué sería de mi primer amor sin “Déjame”, de Los Secretos? ¿Qué sería de mi vida sin Sabina, sin Serrat, sin Camarón? La música lo es todo. De hecho, pienso que no se puede tratar de la misma manera a un pasajero de un autobús que lleva los cascos puestos que a otro que va a pelo. Su visión de las cosas es diferente. Fíjate en cómo se agarran a la barra los unos y los otros… No es lo mismo.

Se sigue hablando de ti como El Chico de Barrio, pero le pides la sal a la Kournikova, la pimienta a Lenny Kravitz y las colaboraciones musicales a Juanes (“La Peleíta”) o a Shakira (“Te lo agradezco pero no”)... ¡De Moratalaz a Miami Beach! Son mis actuales vecinos y mis amigos. Por cierto, aquí al lado vive un directivo de “Playboy” que monta unas fiestas increíbles. Lo de Shakira y Juanes es una cosa más directa, más natural e improvisada. Ella, concretamente, me preguntó qué iba a cantar en mi disco porque sabía que yo no se lo iba a pedir. No quería que pareciera que le cobraba un favor… Un trabajo tan íntimo, como “El tren...” ¿puede tener traducción en inglés? No, yo no pienso traducirlo jamás. Ahora estoy preparando un disco que compongo en inglés, pero no adapto las canciones porque nunca resulta bien. ¡Con decirte que “¡Olé!” lo traducen como ¡Hurra!”… Paso de eso.

¿Este disco tiene algún tema que Zapatero pueda ‘adaptar’ para su campaña, como hizo con “No es lo mismo”? (Ríe). En todo caso, me lo tomaría como un cumplido. Si se siente identificado, no me importa que use mis letras. Para eso están las canciones.

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