De chico era "enamoradizo y solitario"…Oooohhhh, ¡qué tierno! Cómo no iba a convertirse de mayor en un poeta de la música… Cómo no iba a componer canciones con estribillos como: "Para qué me curaste cuando estaba ‘herío’. Si hoy me dejas de nuevo el corazón ‘partío’". Como diría una abuela, estaba de Dios que Alejandro Sanz se convirtiera en un cantante intergeneracional cuyos temas y fotografías siguen siendo el alimento de quinceañeras y no tan quinceañeras. Lo que quizá forma parte de los juegos del destino, porque seguro que ni las cartas del tarot lo tenían previsto, es que sus versos sirvieran dos décadas después –si nos acordamos de Viviendo deprisa o Si fuera ella– en la decoración sobreimpresa de los vasos de Nocilla.
Pinceles o notas. Esa ha sido la apuesta de la legendaria marca de cacao en crema, que ha dejado atrás los dibujos flamenquitos y los faralaes de Vicky Martín Berrocal y de su compañera en La Voz, Rosario, para quedarse solo con el alma de ese ‘quejío’ del sur. O sea, las palabras. Alejandro, que ya es menos parco en esos menesteres cuando está ante la prensa, cuenta cuando su madre le ponía Nocilla para merendar, "pero una capa tan fina sobre el pan, que se quedaba más en el cuchillo que en el bocata". Y sobre su adolescencia, por eso de recordar momentos dulces –o golosos–, que la Nocilla bien puede servir de metáfora para sacarle a él alguna confesión sentimental. Y así descubrimos que, de teenager, tuvo una novia en Foz y hasta allí, desde su Moratalaz natal, se fue en tienda de campaña empecinado en enamorarla. Y mientras tanto, se pagaba la estancia en el camping, cantando con su guitarra en una posada, recuerda: "Y me ponían muchos mejillones. Y de merienda, cómo no: Nocilla". Aquel amor no le salió bien. Pero con la música sigue ganándose, y muy bien, la vida. Porque podría haberse dedicado a la pintura y aprovechar los lienzos que le ofrecen los vasos para dar rienda suelta a su arte. Pero no. "Cuando empecé a pintar, dejé la música. Requiere mucha concentración. No son cosas que pueda hacer juntas", explica. Así que, canta, compone y está de gira. Sirope Vivo se llama el tour. Con él recorrerá España hasta que se vuelva a meter en los platós de La Voz y La Voz México. De allí, observa, llegan informaciones confusas. "Qué gracia que las noticias cambien cuando cruzan el charco", dice entre bromas
Leche, cacao...
Que si es serio, rudo, que si se enfada... "Yo no participo en ningún programa para enfadarme ni echar la bronca a nadie", se excusa. Pero sí es cierto que se bajó de un concierto cuando vio cómo un tipo pegaba a una chica. Algo que no pudo permitir, porque le recordó cuando un señor en el metro en Ciudad Lineal (Madrid) empujó a su madre y otro, que lo vio, salió en su defensa. "Y le cogió de las solapas. Yo quise ser ese señor". Una imagen que tiene grabada a fuego. Sobre la ruptura con su manager de toda la vida asegura: "Leche, cacao, avellanas y azúcar. No siiiiigas". Al menos, entonó el mítico ‘jingle’. Y para terminar, un punto crítico y social. Que en eso de ayudar, el cantante se apunta hasta a un bombardeo. Recolecta leche y alimentos para Venezuela en Miami; canta por los refugiados en Europa… "Porque no por poner un muro, la gente desaparece. Europa parece la vieja del visillo. Y no, no podemos mirar y no hacer nada". Y si él pierde fuelle, ahí están sus hijos para seguir sus pasos. Manuela canta. Y Alexander ya compone música electrónica. "Le gusta Eminem y a mí también. Va por buen camino". Si hubieran sido cinco vasos en vez de cuatro, ¿qué frase le habría gustado que apareciera? "La música es matemática, pero la matemática no es música". Decisión acertada la de poner cuatro vasos. Alejandro, eres un genio, pero hasta los genios no son sublimes sin interrupción. Este es el link:
http://www.mujerhoy.com/celebrities/corazon/201607/13/entrevista-alejandro-sanz-europa-parece-nocilla-20160713135734.html
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