martes, 8 de julio de 2014

TAL DIA COMO HOY

En julio de 1991, la revista Super Pop entrevista a Alejandro Sanz en la terraza de su casa, quién enseña al reportero su pequeño estudio de grabación, el rincón donde escribe canciones y su habitación. Es su primer año de lanzamiento como compositor e intérprete y la revista no quiere perderse los principios de este chico porque están seguros de que va a llegar muy arriba pues posee todos los requisitos para convertirse en una estrella: es inteligente, canta y compone con madurez, tiene buena imagen y por si fuera poco, es buena gente. Alejandro lleva tres días sin dormir pues acaba de llegar de Valladolid donde ha actuado. Pero pese al cansancio, conserva un excelente buen humor: "A veces no me entero de las cosas, es todo tan rápido... Llevo tres meses de promoción más o menos y como estoy todo el día viajando no me entero de si soy o no popular hasta que no llego a una ciudad, actúo y se arma la "marimorena". La promoción es una absoluta locura: son viajes constantes, noches sin dormir y por ahora me tiene totalmente absorbido", dice Alejandro que también habla de su infancia: "Uno de mis juguetes favoritos era la grabadora. Me pasaba el día escuchando a Paco de Lucía y Los Secretos, "Déjame", su canción de aquella época, era mi preferida. No sé cuantas versiones hice yo de aquella canción. Cada vez que la cantaba era una versión nueva. Se la cantaba a las chicas del barrio y se ponían todas allí abajo a escucharla"  y de que en el colegio "mis asignaturas preferidas eran las de letras: la historia y la literatura". Alejandro cuenta lo que le pasó con su primera guitarra: "Yo tendría unos 7 años, me levantaba muy temprano y me ponía a tocar, siempre despertaba a mi madre y me decía que dejase de tocar. Hasta que un día se levantó y me dio un guitarrazo en la cabeza, la guitarra era débil y se rompió pero no mi cabeza. Entonces para tapar el agujero recorté un pajarito de un anuncio y lo pegué con celo. El resultado fue que a partir de ese día me empezaron a llamar "el pajarito de la foto" jaja", cuenta Alejandro, que dice que "desde que tengo uso de razón "razonable" la música ha sido siempre lo que más me ha tirado. Siempre he antepuesto la música a los estudios. Mis padres muchas veces no se enteraban y no sé si lo hubiesen comprendido, yo creo que en el fondo sí". Cuando le preguntan si vive deprisa como el título de su disco dice: "¿Tú que crees? Yo creo que últimamente sí, ¡qué locura! A mí la gente de la compañía antes de empezar me dijeron: "te vas a enterar de lo que es una promoción", yo les dije que sí, pero no hice mucho caso. Pero es que resulta que un día estás en una ciudad y al día siguiente a mil kilómetros. Si eso no es vivir deprisa..." dice Alejandro quién confiesa escuchar todo tipo de música: "Lo mismo pongo un disco de Stanley Jordan que a los diez minutos escucho "El canon de Pachevel". Como voz me gusta Michael Bolton, como músico Phill Collins y creo que Ray Charles es un monstruo. También me interesa el flamenco y el jazz". Pero aparte de la música también le interesan otros temas: "Últimamente estoy muy preocupado con las noticias. Cada vez que veo los informativos me deprimo. Las catástrofes ecológicas no las llevo nada bien. No soy ecologista de participar en campañas, soy ecologista de corazón. Sufro muchísimo con esas cosas", confiesa Alejandro quién se define a sí mismo como un romántico aficionado a la lectura y a escribir poesía: "Aunque la música es el 90% de mi vida, también me gusta leer a Becker, Espronceda y Rosalía de Castro. Cuando me quiero comer el coco leo a Tagore y me puedo pasar toda la noche intentando desvelar el sentido de alguna frase. También me gusta García Márquez, Pío Baroja, Delibes y Super Pop, por supuesto", bromea. En cuanto le preguntan cómo le gustan las chicas dice: "Listas, cariñosas, simpáticas y si son guapas mejor. A las que no soporto son a las que van de divinas". Alejandro invita a comer al reportero que se da cuenta que al final de la comida Alejandro tiene una manía divertida: le gusta comer limones a mordisco pelado. "Lo hago siempre después de las comidas, me produce una sensación de pureza después de haber castigado la laringe" confiesa.

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