miércoles, 9 de junio de 2010

Gira Tour Paraíso - Alejandro llevó 8.000 al paraíso en Mallorca

Se apagan las luces y se desata la pasión. Empieza la cuenta atrás: 3, 2, 1... Cerca de 8.000 personas, la mitad sentadas, la otra de pie, llenan las gradas y la pista habilitadas para el concierto del Palma Arena. En primera fila, la guardia pretoriana, una legión de fieles seguidores que han desembolsado cien euros y no les ha importado esperar horas para coger el mejor sitio. Sobre el escenario, nueve músicos y un nombre en boca de todos: Alejandro Sanz, que desde el primer momento agarrará a los suyos para llevarlos al paraíso con un espectáculo que brilló por sus luces y defraudó por su sonido. El autor de Paraíso Express, su undécimo disco (octavo de estudio), protagonizó anoche el primer gran concierto de la temporada. Dos horas y diez minutos y una veintena de canciones, algunas de su primer trabajo como Alejandro Sanz, después de quitarse de encima lo de Magno –hace ya 19 años–, y todas interpretadas desde el corazón, con mucha personalidad, con ese estilo propio que los vuelve loquitos. Más que un concierto, fue un espectáculo, un despliege de medios técnicos al servicio del fan. Las pantallas con tecnología LED en 3D permitieron no perderse detalle de todo lo que acontecía sobre el inmenso escenario. El sonido ya fue otra cosa, pero no sorprendió por lo desagradable, ya que está más que comprobado que en cuanto suben los decibelios en el Palma Arena, aparece el caos sonoro.Un Alejandro con unos kilitos de más empezó rebelde y travieso, a lo Peter Punk, precisamente la canción que abre su último álbum, un disco más rockero que los anteriores y más positivo en las letras. Después de un viaje al pasado, el que realizó con Lo que fui es lo que soy, llegaron las presentaciones: "Buenas noches, ¿cómo están? Va por ustedes, que lo disfruten". La vena romántica le salió pronto, a la tercera, con Desde cuando, que se convirtió en la balada de la noche. Y de nuevo, de vuelta a 1991, cuando publicaba Viviendo deprisa, uno de sus clásicos. El Palma Arena ya era entonces un gigantesco karaoke, una pista de baile que aún lo fue más cuando, tras interpretar el medio tiempo Nuestro amor será leyenda, entonó Corazón partío y rompió con uno de los falsos mitos que le acompañan: "Dicen que no sé bailar, lo que pasa es que no quiero bailar". Y movió las caderas, solo unos segundos, suficientes para que los espectadores, sobre todo las féminas, le lanzaran todo tipo de piropos. El Sanz creyente llegó con Yo hice llorar a los ángeles, a la que siguió un rock entre elegante y sinfónico, Sin que se note, y Lola Soledad, un homenaje a las mujeres con carácter que han pasado por circunstancias complicadas. La primera parte concluyó con Looking for Paradise, un paraíso que muchos encontraron ayer en las canciones de este pequeño gran músico que suma más de 20 millones de discos vendidos. El momento más emotivo encontró a Sanz sentado al piano, interpretando ¿Lo ves?, Tú no tienes la culpa, Tu letra podré acariciar y Aquello que me diste. Y para acabar, algunas joyas de su repertorio, con el público puesto en pie, con una sonrisa en la boca, coreando A la primera persona, Mi soledad y yo, Amiga mía e Y, ¿si fuera ella?

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