domingo, 13 de junio de 2010
Gira Tour Paraíso - Alejandro Sanz desafía al cielo y despide la primera parte de la gira española
Puntualidad británica, pasión española y un montaje a la americana, a pesar de la constante amenaza de lluvia. El concierto de Alejandro Sanz anoche en el Estadio de Atletismo Ciudad de Málaga respondió a las expectativas de los asistentes, casi 20.000 personas -un público de todas las edades mayoritariamente femenino-, que pudieron vibrar durante dos horas con las canciones del artista de acento andaluz. "Yo les conozco a ustedes, ¿cómo se llama esta ciudad?... Un segundo que me voy a acordar. Ah! Esto es Málaga, ya me acuerdo", bromeó el cantante. "Tengo un presentimiento, a pesar del viento esta noche va a ser una noche muy especial, vamos a gozarlo". Málaga ha sido el punto y final de la primera etapa del Tour Paraíso, aunque eso tiene sus ventajas: la producción está ya rodada, el repertorio ha sido testado y no hay espacio para errores. Por eso el espectáculo, incluido en el ciclo de las Serenatas de la Luna Joven del Ayuntamiento, fue cálido y pulcro, el sonido espectacular a pesar del viento y la puesta en escena, impactante, con un decorado diferente para cada tema, aunque una de las pantallas gigantes no se pudo instalar por culpa del viento. A las diez y media pasadas empezaron a sonar los primeros acordes de guitarra de "Mi Peter Punk" y la figura de Sanz surgió entre cortinas circulares de luces rojas y amarillas y frente a una fulgurosa cascada de agua virtual. "¡Arriba, Málaga!", gritó el cantante desde la pasarela que lo acercaba al público, que no dejaba de corear el nombre del artista: "¡Alejandro, Alejandro!". El cantante contestó: "He botado más que vosotros, eso es que estáis fuera de forma", dijo para animar el ambiente. Los efectos especiales continuaron con un despliegue de fuegos artificiales bajo el que el artista recordó uno de los temas más antiguos de su repertorio, "Lo que fui es lo que soy", auténtica declaración de principios de un músico que ha sido fiel a ese lema. Metido en la faena de remover su pasado, el artista, que mantiene ese aire cercano y casi adolescente de sus primeros tiempos, recordó su rockanrollero "Viviendo deprisa", en el que sus músicos se lucieron. Los temas más clásicos de su discografía se fueron alternando a lo largo del recital con los más recientes, entre los que interpretó "Desde cuando", una de las piezas en las que Sanz alardeó de cualidades vocales. Sedujo también al respetable con la balada "Yo hice llorar hasta a los ángeles", que sonó frente a una impresionante lluvia de estrellas en las pantallas tridimensionales que sirvieron de fondo al show. Lluvia virtual, ya que el temido chaparrón real no hizo acto de presencia en la noche malagueña, y lágrimas de verdad entre las admiradoras del cantante. La misma pose seductora se repitió en "Nuestro amor será leyenda". Pero no todo fue tranquilo a la hora de repasar los temas de su último disco, ya que en "Looking for paradise" desplegó su tono más funky, en "Mala" su ritmo reggae y en "Lola Soledad", que dedicó "a las mujeres valientes", su lado más reivindicativo. Su indumentaria: vaqueros, chaqueta oscura y una guitarra de la que sólo se separó para hacerse acompañar por otra de ascendencia más patriótica en sus temas más castizos, como ese "Corazón partío" que provocaría el delirio de la concurrencia, que coreó la letra al dedillo y todas esas interrogantes de su composición más exitosa. Sanz invitó a todos a participar, a cantar y a bailar con él (aunque no se puede decir que él se moviera mucho, lo suyo es cantar más que bailar, pero se marcó un baile con sus coristas). Desde que comenzó el concierto amenazó con un "¿esto se va acabar?", y ante la desaprobación del público dijo: "a que doy miedo", levantando los brazos y agitando las manos. "Estoy tan a gusto que voy a pedir el teléfono a cada uno de vosotros y os voy a llamar cuando acabe el concierto", afirmó en otro momento. El público se emocionó con "Cuando nadie me ve", cantado a dúo con Antonio Orozco; disfrutó y bailó con "No es lo mismo" y vibró con "Amiga mía", que Sanz interpretó con entrega y pasión. El concierto iba llegando a su final y, aunque Alejandro Sanz insistió en que la siguiente era la última canción de la noche -"que no me creéis, pero es la última, que me están esperando los espetos de sardinas", bromeó-, volvió a salir al escenario hasta en dos ocasiones más. Cambió las cuerdas de la guitarra por las teclas del piano para interpretar temas como un pasodoble, "Aquello que me diste", que lució con una gorra que no se quitó hasta que terminó el espectáculo, el tema "¿Lo ves?" y, como broche final, "Mi soledad y yo" y "Amiga mía". Una profusión de sentimientos y sensaciones musicales, de recuerdos imborrables, de risas y llantos, de bailes románticos, que hicieron que el tiempo programado para el espectáculo se pasara volando. El cantante y sus músicos saludaron al público despidiéndose cariñosamente, tras una ración extra de Alejandro Sanz con "Y si fuera ella" al filo de la una de la madrugada.
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