domingo, 28 de abril de 2013

Gira La música no se toca - Alejandro Sanz entregó un recital inolvidable

Los gritos reventaron en euforia cuando el reloj marcó las 9 p. m. Era lo previsible: desde el primer minuto, Alejandro Sanz generó locura en su fanaticada costarricense. Primero, el contorno del cantante español se proyectó en tres telas gigantes y hasta que cayeron sobre el escenario se le pudo ver con un saco negro, el copete engominado y una guitarra de un vivo color vino. El concierto comenzó con Llamando a la mujer acción, un tema del disco que le da nombre a esta gira. Precisamente, el mensaje que pretende este título hizo eco en el ambiente vivido anoche en el estadio Ricardo Saprissa. La música busca que afloren sentimientos, que se saboree el feeling o como se le quiera llamar a eso que se genera cuando un artista comparte su obra y logra ponerle la piel de gallina a alguien que está al otro lado de los parlantes, tal y como se vivió ayer en Tibás. No es cuento. Cuando Sanz cantaba Cómo decir sin andar diciendo, el piano llevaba la armonía, la trompeta hacía un solo ceremonioso y el público gritaba a todo galillo, una y otra vez. La escena fue la misma con los siguientes temas: Se vende y Desde cuando. El Saprissa era un coro entusiasta y bien ensayado, dirigido por el español. La iluminación en tarima le dio color a cada melodía. Una colección de delgadas luces colgaban del techo como si fueran campanas tubulares que acompañaban los arreglos musicales en piezas como Quisiera ser y Camino de rosas. “Voy a hacer un pequeño medley con canciones que acabo de componer apenas hace tres días”, dijo Sanz en broma, antes de interpretar una serie de temas bien conocidos por el público: Nuestro amor será leyenda, El alma al aire y Labana. El show avanzaba fluido y el estadio seguía vibrando igual que al principio, todo gracias al artista de la noche y los 10 músicos de lujo que sobresalían a sus espaldas. Quisiera ser y Camino de rosas siguieron en la lista de éxitos de la noche para más tarde hacerle espacio a otro medley sensible y delicado protagonizado por el piano de cola, cuatro coristas y Sanz. Una sola voz. “A veces me elevo, doy mil volteretas...”, comenzó la letra en la siguiente pieza. Al rato, todo el recinto tibaseño estaba coreando Cuando nadie me ve. Es cierto, el Saprissa no estaba lleno e incluso a pocos minutos de que Escats subiera a tarima parecía que la asistencia iba a estar floja. Sin embargo, desde que comenzó la música en manos de los nacionales era evidente que todos los presentes estaban bien sintonizados y con las gargantas listas para cantar durante un buen rato. Por un solo momento, el español desapareció de la tarima y cuando volvió le sacó otro gran aplauso a la audiencia, al dirigirse a alguien en las primeras filas que estaba pegado al teclado. En tono de regaño dijo: “No escriban más en el teléfono; si estamos aquí, estamos aquí...” En otras de esas filas del sector vip estaba el grueso de la fanaticada de hueso colorado, las autoproclamadas “marcianas”, que se habían vestido de verde para la ocasión. Con su voz contribuían con el volumen de la cantada con suficientes méritos para sacarse el puntaje completo en un karaoke de baladas en español. Sonaron la pegajosa Yo te traigo y la infaltable Corazón partío, un tema que el español le dedicó a Steve, un joven que se ganó los aplausos de la tribuna a petición del mismísimo artista, quien dijo haberlo conocido apenas unos minutos atrás. Esta vez no bromeaba. En el fondo del escenario, una pantalla gigante intercalaba imágenes según la canción, pasando de una gran pared de ladrillo a un cielo nublado que podía ser azul o rojo, según el pasaje del tema. Entre pieza y pieza, Sanz le hablaba a su público y recibía (una vez más) fuertes vítores y aplausos. Entre risas lamentó tener que “pelearse” con los presentes porque el concierto se acercaba al final.  El show no se podía terminar sin antes cantar un tema del disco Paraíso Express Looking for Paradise, que originalmente grabó junto a la cantante Alicia Keys; esta vez, lo hizo junto a una de sus virtuosas coristas. La simulación de una tormenta con todo y rayería salió a la perfección, gracias a la magia de las luces led y el video que se proyectaba a las espaldas de los músicos. Los efectos de los truenos anunciaban el final del gran concierto, después de que se hubiera escuchado el tema La música no se toca. Después de unos minutos de zozobra, los alaridos le ganaban el pulso a la ausencia momentánea del cantante, que regresó a tarima para deleitar a los presentes con otros temas bien coreados y queridos: Mi marciana, Amiga mía y, por último, ¿Y si fuera ella?. Minutos antes de las 11 p. m., se acabó el concierto y los fanáticos regresaron a una noche de sábado que estaba por acabar.

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