sábado, 26 de diciembre de 2009

Alejandro en la revista AR

Su familia, los amigos, la música... Son los pequeños paraísos en los que se refugia el cantante, reinventado en su nuevo trabajo, que ya calza 20 años de carrera y 21 millones de discos vendidos.
Está más guapo, más maduro y más positivo que nunca. Y Paraíso Express (Warner), más que su nuevo disco, parece un estado de ánimo, una declaración de intenciones que ha salpimentado con más dosis de rock de las habituales. Alejandro está encantado, y nosotros también de que nos recibiera en su casa para contárnoslo.
Paraíso Express, ¿es un estado de ánimo?
Yo buscaba explicar que, en un día cualquiera, hay muchos paraísos posibles. Normalmente lo entendemos como algo concreto que perdura en el tiempo, pero yo hablo de paraísos pequeños, como pueden ser una cena con amigos, una charla con alguien que tenga buena conversación...  
Instantes.
Sí, pequeños instantes.
Parece que vives un momento de positividad, de renacimiento.
Es verdad. En la vida pasas por etapas, y eso se refleja en lo que haces. Y aunque yo no pretendo ser autobiográfico en mis canciones, siempre se nota cómo te sientes.
Y tú te encuentras bien.
¡Muy bien! El otro día estuve ojeando todas las portadas de mi discos para ver cómo había cambiado de estilo y rumbo... y ha habido muchas etapas. Es verdad que la última fue un poco más oscura... pero bueno.
Eso fue la llegada de los 40.
No creo que fuera la edad.
Dicen que los hombres lo llevan peor que las mujeres.
Te juro por lo que más quiero que no me ha afectado lo más mínimo.
Bueno, como ahora todo se ha retrasado unos diez años, lo mismo te llega la crisis a los 50...
Hombre, ¡espero que no! [ríe].
Bromeaba, pero es verdad que ahora los hombres sufren mucho más por el paso del tiempo.
Hay cosas que te marcan mucho más que cumplir años: tener un hijo, cambiar de estado, casarte, separarte... Yo, afortunadamente, nunca he tenido crisis, y espero no tenerlas. Pero hay gente que nace muerta, vieja.
¿Por qué decidiste trasladarte a vivir a Miami?
Para grabar El alma al aire me alquilaron una casa allí, y me gustó la idea de vivir en el mar y moverte en barco para ir a cualquier sitio...
¿Aquí no puedes hacerlo?
Aquí hay sitios donde puedes salir al mar, pero para navegar. En Miami yo puedo ir a cualquier sitio en barquita: a ver a mis amigos, a un concierto... Es otro tipo de vida.
Y además te da intimidad, ¿no?
Sí, pero siempre vuelvo. Aquí está mi casa, mi país, mi gente....
Cuando vienes, ¿pasas más tiempo en tu finca del campo, en Extremadura, o en la ciudad?
En la finca. Me gusta tener mi huertecita. Y la gente, que es completamente diferente. Te ven por la calle y te dicen: “A ver cuándo vienes a comerte un conejo, que lo voy a descongelar na más que pa ti”... [ríe].
¿Has pensado en volver?
No, ya tengo mi vida hecha en Miami. Allí echo de menos España, y aquí aquello. Es curioso, pero te pasas la vida echando cosas de menos, ¿no?
Siempre me hago un lío contigo, ¿de dónde eres realmente?
Nací en Madrid, pero soy muy andaluz para mis cosas. De hecho, cada año voy al menos una semana a Cádiz para cargar pilas. Me gusta la filosofía de su gente. Para ellos es más importante reír que comer. Pero en Madrid hay gente de todos lados. Y a mí me gusta la diversidad, el color, la gente diferente...
Aunque este trabajo es distinto al anterior, tiene alguna balada del Alejandro de siempre...
Sí, con arreglos menos italianos. Es un pop mucho más americano e inglés... Y luego cambia mi forma de cantar...
Bueno, a mí me encanta cómo cantas en inglés... Lo hablas como el español, sin intención de marcar un acento. Eres tú mismo.
Porque, que te corrijan el acento constantemente, sólo pasa en Inglaterra. Yo he aprendido a hablar con gringos, por lo que tengo un problema: ¡no sé decir nada si no es con tacos [ríe]
En tu orden de prioridades, ¿qué es lo más importante?
La familia, por supuesto. Los amigos, la música...
¿Tienes una mecánica de trabajo?
Debes tener una cierta disciplina, pero yo soy de pura inspiración. Necesito trabajar... cuando me sale.
Porque al final, en el proceso de creación, estás solo.
Sí, y además es necesario. La soledad es vital para un artista.
¿Te encierras para escribir?
En este disco no. En el último me pasaba 16 horas encerrado en el estudio: quería producirlo yo, sonorizarlo yo... y eso es una esclavitud. Terminas retorciendo las canciones. Lo mejor que he hecho ha sido delegar la producción.
¡Te veo más ‘disfrutón’!
Sí. Porque yo, cuando empecé, disfrutaba mucho. Después pasé a sufrir un poco. Y no hay por qué sufrir. Tú no vas a un concierto para ver a alguien pasarlo mal, quieres que te transmita cosas.
Has cambiado, incluso físicamente. Estabas un poco ‘fondoncillo’...
Ése no era yo, la verdad. Me dejé. Fue una etapa. Cuando estás mal, o te da por adelgazar o por engordar. Ahora hago mucho deporte y como sano. No hago dieta, pero juego al tenis. Tengo una canchita en casa que van a tener que meter en el circuito oficial, porque vienen amigos como Verdasco o Carlos Moyá. Y yo, de vez en cuando, les enseño unos golpecitos [ríe].
¿Te acuerdas de lo que soñabas cuando empezaste?
Sí. Lo primero que recuerdo haber soñado es ponerme con una guitarra en el puente que hay de Moratalaz a La Estrella, de Madrid, y ver toda la M30 llena de gente escuchando.
¡Tienes que cumplirlo!
Hablaré con Gallardón... [ríe].
Al final, ¿qué hace que uno cumpla sus sueños?
Las ganas, ¿no? Tú lo podrías explicar también muy bien.
Yo creo que hay un factor suerte... además de mucho trabajo.
Tengo la certeza de que frases del tipo: “Ten cuidado con lo que sueñas, porque puede cumplirse”, son ciertas. Y yo añadiría: “Gracias a Dios”. Creo que hay que darle vueltas a ese tipo de certezas. Soñar en grande... porque no hay límites. A veces, el simple hecho del camino lo justifica todo.
¿Te planteas nuevos cambios en tu vida?
No. Ana Rosa, yo ya soy un nómada. No valgo para pasarme la vida en el mismo sitio. Si alguna vez me veo obligado, lo haré. Pero no me gustaría. Me encanta tener un pie en cada sitio.
¿Y dar el salto a otra ciudad como Nueva York, por ejemplo?
Me encanta Nueva York. Tengo amigos allí y voy cuando quiero. Pero es como una madre, está muy bien para dos semanas...
¡Huy! ¡Como lo lea tu madre!
No... Ella sabe que la quiero muchísimo [ríe]. Me cuida, pero va a su rollo también. Siempre hemos sido muy independientes.
Por cierto, el video con Alicia Keys me parece espectacular.
Es la mejor artista ‘anglo’ con la que podía colaborar. Así le doy un poquito de celos a la Shakira... [ríe]. Todo surgió de la pura química, y eso se nota.
Y la canción Lola soledad, ¿habla de Lola Flores?
Es curioso, también me lo preguntó una amiga. Podría ser ese tipo de mujer. Lola ha sido una artista muy vivida y valiente, que ha tenido mil historias y se ha enamorado 60 millones de veces...
Pero siempre lo ha dicho. Ésa es la auténtica libertad, ¿no?
Depende de cómo lo plantees. La libertad también está en escoger. A veces, es más esclavo defender la libertad.
¿Cuántas veces al cabo del día no dices lo que piensas?
Muchas, sobre todo de promoción.
En una ocasión te preguntaban de política y tú decías que eras del centro radical. Me encanta.
Media España es así, y es una ventaja porque la alternancia es fundamental en una democracia. Si no, los políticos empiezan a enquistarse. Realmente, su objetivo es mantenerse y cuidar el poder.
Ésa es un poco la perversión de la democracia. Algo que se pararía con la limitación de mandatos.
Sí. Yo, en una etapa que estuve enfrentado a todo, pensaba: la democracia está bien pero, ¿no hay otra cosa? Porque algo falla. Pero es normal; es una forma de organizarse hecha por humanos.
Estuviste en la toma de posesión de Obama. ¿Lo viste?
No. Ese día fue un caos. Mi imagen es el helicóptero con Bush yéndose. Nunca he tenido tan claro cuándo una cosa se acaba y empieza otra.
Parece que su popularidad comienza a bajar...
Yo le apoyaré siempre. El programa de desprestigio está muy bien orquestado por un equipo de poder al que no le conviene lo que él propone.
Su liderazgo demuestra que todo puede suceder. ¿Tú qué quieres que suceda en tu vida?
Yo, que me quede como estoy: tranquilito. Hacer más amigos. Que el disco funcione. Que mis hijos crezcan bien... cosas normales.
Cosas difíciles.
Las cosas fáciles normalmente se compran en el supermercado.
¿Y el día que tu hija tenga 15 años y te presente a un novio?
Te cuento: tengo un mastín balinés. Cuando venga el novio lo voy a soltar y le voy a preguntar: “¿A que no nos vamos a hacer daño?” [ríe].
¿Pero por qué os pasan esas cosas con las hijas? ¿A que no es lo mismo con tu hijo?
Ya. Eso de que esté bien que el niño tenga novias y la niña no, son ideas machistas que nos meten desde pequeños. Pero vamos, los abrazos que tu hija le da a otro, te los quita a ti. Y eso es muy duro...
Pero el niño también te los quita...
Pero los niños nos abrazamos menos... [ríe]

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