viernes, 27 de noviembre de 2009

El paraíso de los 'fans'

Apenas dos pasos de la alfombra roja, codo con codo con el inmutable guarda de seguridad trajeado, Pili aprieta contra su pecho la hermosa rosa blanca. Los potentes focos dispuestos en medio de la acera de los pares de la Gran Vía, abarrotada de curiosos, iluminan la escena de refilón. Pili es de Zaragoza, tiene 31 años y trabaja en una gestoría. A su lado está su amiga Sheila, barcelonesa de 29 años, empleada en un hospital psiquiátrico. Sheila libraba hoy, Pili se ha cogido el día libre. Y las dos se han venido a Madrid a disfrutar de sus dos entradas en primera fila que compraron a 158 euros cada una el pasado 22 de octubre. Las entradas para los ocho conciertos que va a dar Alejandro Sanz en el teatro Compac de Madrid, los primeros en muchos años que ofrece en un teatro, los primeros en los que se escucharán canciones de su nuevo disco, se agotaron en una hora. Pero Pili y Sheila tenían que tener la suya, tenían que estar entre los ocho mil afortunados. Y ahí estaban anoche. Pili y Sheila son de ese público de Alejandro Sanz para el que la palabra fan se queda corta. Pertenecen a La Comunidad, una red formada en la página web del artista, que cuenta con unos 19.000 miembros, en torno a su nuevo álbum Paraíso express. Un disco que a Sheila y a Pili les parece "genial", dicen, "porque ha vuelto a sus principios. Al 3, al Más... un sonido más pop, más romántico. Y, sobre todo, porque transmite alegría". Las chicas de La Comunidad han preparado una sorpresa para Alejandro. Hicieron una colecta entre los miembros y compraron flores. Cada una de las cinco noches que Sanz actúa en este teatro de Madrid, le enviarán dos docenas de rosas blancas. Como la que tiene Pili contra el pecho. Y el último día, otra sorpresa. No sueltan prenda, claro. Será Alejandro quien lo descubrirá la noche del 5 de diciembre. Las 24 rosas blancas hermanas de la de Pili deben de andar por aquí, entre todos los ramos, las flores del paraíso y las cestas de frutas exóticas que pueblan el camerino del artista. Alejandro bebe una copa de Muga y se fuma un Marlboro pirata mientras las chicas debaten sobre su estilismo. Aquí, en el camerino, también es territorio femenino. Está su novia Raquel, su asistente Nat, Rosa y Cristina de su agencia de managment, Mar, de la compañía discográfica, y su maquilladora. Alejandro acaba de probar sonido con los músicos. "¿Qué tal se oía?", pregunta a cada uno con quien se cruza. Parece nervioso, aunque sabe controlarlo. A veces la cercanía de un teatro puede intimidar tanto o más que un estadio. "Desde el colegio hace que no tocaba en un teatro tan pequeño", admite. Queda poco para salir. "It's showtime!", grita Alejandro, ansioso, a uno de sus músicos. El famoseo ya ha agotado los flashes de la alfombra roja. Miguel Bosé, Mónica Cruz, Leonor Watling, Luis Figo, Ana Torroja, Ana Obregón. Michavila, la ministra González-Sinde. El público ocupa sus butacas. Se encienden las cortinas de leds que cuelgan del techo del escenario rodeando a los músicos. Todo un espectáculo visual el que se han montado. Y sale la estrella. Vaqueros, botas negras, camisa abierta, camiseta, collares y guitarra. Se arranca con una intro que da paso a "Peter Punk", el tema que abre su nuevo disco. Y salta hacia atrás 18 años en el tiempo para continuar con "Lo que fui es lo que soy", de su primer disco, Viviendo deprisa. Una elección que puede interpretarse como una declaración de intenciones. El público enloquece. A él se le nota suelto y la banda suena engrasada. Nueve músicos le acompañan, dirigidos por el neoyorquino Mike Ciro. Guitarras, bajo, percusiones, batería, teclados y dos coristas. La primera fila, compuesta por 19 mujeres y un solo hombre en una esquina, no ha aguantado de pie ni una canción. Para la mitad del concierto casi todo el público está ya bailando y coreando las canciones. Llega "Looking for paradise", el single del nuevo disco, su dueto con Alicia Keys, sustituida con solvencia en esta ocasión por una de las coristas. Catarsis colectiva. Y Alejandro que amaga con irse. Histeria. Pero vuelve a los minutos y se sienta a un piano de cola, solo, con la sala apenas iluminada por unos leves focos y cientos de teléfonos móviles. Hay todavía otra tanda de bises. Más de dos horas de concierto que no habrán defraudado a los suyos. Ésos que han convertido su nuevo trabajo, otra vez, en número uno de ventas en España y en cinco países americanos (entre ellos, las listas latinas de Estados Unidos). Ésos y los un poco menos fans que llenarán, con toda seguridad, los conciertos de la gira española que comienza el próximo 1 de mayo.

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