jueves, 27 de mayo de 2010

La metamorfosis (artículo El País)

Alejandro Sanz triunfa en Galicia: cuelga el cartel de no hay entradas, emociona, arrasa, arrastra masas, provoca el delirio. Alejandro Sanz es un andaluz simpático que compone lo que canta, caso raro en la música ligera no sólo de por aquí. Alejandro Sanz toca la guitarra bastante bien, aunque su gusto a la hora de sacar una al escenario es bastante dudoso o está mermado por el patrocinio, que todo puede ser. Alejandro Sanz es bajito y regordete, lo que no quiere decir que sea feo, y se mueve en el terreno de la incertidumbre -que no ambigüedad- sexual de otros cantantes españoles. Alejandro Sanz seduce con su acento, su mirada y su cara redonda. ¿Redonda? Ya no. En esta visita en loor de multitudes su cara aparece monstruosamente alargada en los banderines que cuelgan de las farolas. El banderín no habla y ya no seduce con la mirada y la cara redonda porque se las han borrado de un plumazo. El banderín de enganche ha sufrido una metamorfosis digital. Alejandro Sanz nunca ha sido una diosa aletargada (como decían de Karen Quinlan los chicos de Glutamato Ye-yé) pero es ahora un dios alargado. El Greco, Giacometti, Míster Fantástico, los espejos del callejón del Gato, una caricatura de Don Martin: todos están en este Alejandro Sanz.Cuando un personaje público tiene detrás a tal cantidad de gente que se ocupa de tantas cosas, llega un momento en el que algo se va de las manos. Los asesores de imagen a veces deciden mejorar, aunque sea virtualmente, lo que no necesita ser mejorado. Y cuando la transformación ya ha salido de la imprenta es irreversible. Nunca sabremos lo que dicen los protagonistas de la foto retocada al no reconocerse o si han aprobado o sugerido ellos mismos la mutación, porque este tipo de corporaciones no admite fisuras ni disensiones a la hora de vender una imagen pública. Lo sabemos muy bien en Galicia desde aquellas últimas veces que Manuel Fraga se presentaba, también colgado de las farolas, sin arrugas y con una sonrisa muy parecida a la de Jack Torrance, el personaje de Jack Nicholson en El resplandor, cuando entra en su proceso final de locura, posesión o lucidez. Fraga negó que su foto para la campaña electoral hubiese sido retocada, pero aquí la proverbial capacidad de un político para negar lo evidente -o afirmar lo imposible- no sirve de mucho y es un arma de doble filo, un problema sin solución: si la fotografía ha sido retocada, malo, porque eso demuestra debilidad y falta de confianza en la imagen del líder; si la fotografía no ha sido retocada, peor, porque eso significa que el líder ha pasado una temporada metido en una crisálida y ha salido con otro aspecto o, lo que es aún peor, con otro espíritu desconocido en su interior. Peliqueiros y pantallas dan tanto miedo como Gregorio Samsa: los primeros se ocultan tras máscaras paganas y el segundo es ahora un horrible insecto sin dejar de ser él. Los ordenadores se ocupan de este último caso: el personaje no deja de ser él mismo pero está ligeramente transformado, oculto, manipulado, desvaído, retocado. No estamos ante la realidad sino ante algo parecido a la realidad. A nadie se le ocurre poner una foto de, pongamos, Christian Bale y decir que es Fraga o Alejandro Sanz porque eso sería un fraude, una mentira. Lo mejor es, por lo tanto, maquillar el material original a la manera de las revistas de moda borrándoles las espinillas a las top-models. Si las fotos son así, ¿qué será de los contenidos? ¿Hasta dónde podemos creernos lo que escuchamos, vemos o leemos? ¿Quién es la persona y quién la copia retocada? Ya no nos vale el modelo Paco Vázquez de autenticidad troglodita sin rímel. Necesitamos el modelo metamorfoseado de Feijóo, Zapatero o Elsa Pataky. Detrás de estos carteles está el mito de la eterna juventud y el afán por la permanencia. Y también el truco de los gemelos, que se parecen mucho pero no son exactamente iguales. Los dos líderes ingleses nacieron probablemente en el mismo tubo de ensayo: son los sucesores, tras la muerte en accidente aéreo de uno de ellos, de los Koczynski en Polonia. La metamorfosis y la duplicación dan mucho miedo. También la eterna juventud.

No hay comentarios: