viernes, 7 de septiembre de 2012

Entrevista La Vanguardia (segunda parte)

En No es lo mismo prometía que tenía pomada para todos los dolores.
Sí, pero el botecito de la pomada está medio acabado. Una pomada son la música, la literatura, el arte, los deportes, todo lo que nos distraiga… Pero esto de que nos informen todos los días sobre el Ibex y las primas de riesgo es difícil de curar.
¿Vivir es tan difícil como lo cuenta en Cuando nadie me ve?
No. Hay gente que lo hace difícil, pero no lo es o no lo parece. Nos tomamos demasiadas cosas en serio, hay que aprender a relativizar con más sentido del humor, con menos afección, y hay que elegir bien las batallas de la seriedad. Cuando compré una finquita en Extremadura, mi madre me dijo: “¡Qué contenta estoy!, porque no te morirás de hambre y siempre puedes plantar tomates y cebollas”. Las personas necesitamos poca cosa, y todo lo demasiado adornado me hace sospechar.
Su madre era de otra generación.
Mi generación musical es la de los noventa. Veníamos detrás de los ochenta, que es como la más valorada. Salió gente interesante y hubo excesos y sobrevaloraciones, pero algunos ahora ya son mitos populares. En los noventa aparecieron muchos grupos y no queda ninguno. La crisis fue muy grande, y ha quedado más de los ochenta que de los noventa. Fue una transición cultural y musical, y algunos han pasado de generación en generación para hacer bueno aquel tópico de que lo difícil es mantenerse.
¿Por qué cree que ha sobrevivido al boom de los noventa?
Porque me gustaba moverme en el flamenco, que es atemporal, superviviente de todos los estilos y disciplinas y capaz de abrirse al jazz o la música brasileña. Además, adoptó técnicas clásicas y fue culturalmente más inteligente que la música clásica. El flamenco es emocionalmente abierto y necesita introducir toda música interesante. Si no fuese por el flamenco, no sé si hoy estaría aquí; probablemente, no.
¿Qué aprendió del dolor, el quejío y el duende?
El flamenco es mucho más que esos tres componentes, que son importantes. El flamenco es la historia de un pueblo que al no tener literatura, pintura ni escultura, la única forma que encontró de contar su historia fue por medio de la música. El quejío es la expresión del sufrimiento de un pueblo, y el duende es la habilidad para transmitir el dolor a través del quejío... Del flamenco podríamos hablar durante días.
¿Cómo es su generación, más allá de la música?
Descendemos de generaciones que tuvieron que luchar mucho día a día para sacar adelante a sus familias, y nosotros pasamos a madurar más tarde. Nos asustaba hacernos mayores y asumir las responsabilidades, y eso parece que ha ido como a peor.
¿Qué ha ido como a mejor?
Que cada cual se ponga las medallas que quiera, pero nos escondemos detrás de las opiniones no avaladas por el conocimiento. Se trata de engordar el ruido, que es como ese ruido rosa que hacen los técnicos de sonido para medir frecuencias. El ruido de tantas opiniones hace que no escuches otras. Yo lo llamaría el ruido gris. Y a causa de las redes sociales empiezas a formar parte de ese ruido.
¿Más de ocho millones de seguidores en las redes sociales hacen ruido?
Soy afortunado en este ámbito, pero sólo soy un músico. Por eso me voy al estudio, me encierro y me alejo del estruendo. Si con mis declaraciones y opiniones metí la pata, ya pedí perdón a arquitectos, políticos y urbanistas, pero no a los árbitros de baloncesto, porque soy bueno en eso.
¿Cómo ha aprendido a medir las palabras?
La letra con sangre entra. La dimensión de las palabras no se la lleva el viento. Se puede decir lo mismo y siempre se puede decir mejor. Soy impulsivo, tiendo a ser vehemente y hago ejercicios de contención. La contención nunca es mala, y no renuncio al fondo del mensaje.Uno de sus últimos mensajes, en forma de canción, es que no le comparen.
¿Sabe que le compararán más todavía?
Sí, porque cuando no tenemos muchos más baremos, se sustituyen las definiciones por comparaciones. Y si te comparan contigo, duele más. Es un arma de doble filo, pero una excusa maravillosa cuando metes la pata. El ser humano avanza, y uno nunca se queda pegado a una situación, a un momento, a una palabra o a un disco. El que hizo Más era otra persona; yo soy el que ha hecho este último disco. Y el choque interior de cada canción es contradictorio.
¿Con quién se compararía?
No y no. No me lo he planteado y no quiero hacerlo. No deseo esa mala jugada a nadie. Me gusta hacer pequeños homenajes en mis canciones, pero en Buenos Aires conocí a un tipo que decía rendir homenaje a un antiguo cantante de casete y resulta que lo había copiado íntegro. Eso de los homenajes es todo un mundo.
¿Cuándo se dio cuenta de que la vida va en serio?
Aún rechazo un poco la seriedad de la vida, pero hay días y momentos que han supuesto un alto. Como el nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre. En ese momento sentí el vacío. Soy poco dado a la depresión, ni a hundirme ni a entristecerme, pero ese momento fue duro y complicado. Hay libros de autoayuda que ofrecen técnicas para despedirte y confortarte, pero siendo como soy, quiero tener la presencia. El nacimiento de mis hijos y la muerte de mi madre me enseñaron que la vida va en serio.Se le nota ese algo desvalido que hay en los ojos de los huérfanos. Puede ser, puede ser… Son esas heridas que no se curan nunca, y es un dolor que no se cierra.
¿Ha visto mucho dolor durante sus actividades humanitarias?
En Zimbabue fui con Médicos sin Fronteras a los poblados donde vivían ellos, y hay un millón de huérfanos con el sida infantil. Ahí me di cuenta de las estupideces que preocupan a nuestra sociedad, como el coche, la televisión… Allí son felices sin nada, y yo lo fui con sólo un camastro, una mosquitera y una bombilla. A veces, la solidaridad nos hace más bien a nosotros mismos. Hay que aprender a ayudar, y la solidaridad debería ser obligatoria.
Hay quien recela porque algunos se hacen solidarios para sacar provecho.
Es increíble, pero la gente solidaria es sospechosa. Nos gusta decir que somos el país más solidario del mundo, pero se sospecha de alguien por ser solidario. Como dijo Antonio Banderas: “Que lo hagan por lo que quieran, pero que lo hagan”. Me lo enseñó mi madre desde niño: “Hay que echar una mano a la gente”. Y hay que demostrarlo y hay que ayudar. Ahora preparo una fundación en Madrid para crear empleo, y hay varios proyectos interesantes de formación de gente y de pequeños negocios, un poco como los microcréditos.Hay muchas cosas por hacer.
Pero se hace mucha guerra.
Las guerras son una exageración decorativa. El día que caiga el meteorito que decían los mayas se irá todo al cuerno. Pero quedará aquella canción de The Beatles que se envió al espacio en un satélite junto a objetos y mensajes de nuestra civilización. Fue un homenaje a la música.
¿Todo se irá al cuerno y se empeña en que la música no se toca?
Una vez quise coproducir un disco con músicos de formación clásica. Para ellos, yo representaba todo lo contrario, hasta que uno me dijo: “El día que llegué a tu casa se respiraba respeto por la música”. Y sí, porque se puede perder el respeto a muchas cosas, pero a la música, no.
Su nuevo disco tiene algo de ochentero.
Hay un ejercicio de arreglos de los teclados electrónicos para no ceñirnos al concepto tradicional de o anglo o latino. Vuelvo a los arreglos armónicamente complejos para poner las canciones al servicio de la emoción. En el disco hay homenajes a Sgt. Pepper’s y a los ingenieros de mezclas, y los hacemos como se mezclaba en aquella época. Hay cosas que son horrorosas, pero otras quedan, y rescatamos las que están en la memoria colectiva. Hay que quitarse la cal de encima, quiero crear mis propias tendencias, no seguir a los demás, y eso me satisface.
¿Qué se hizo de aquella alma nueva y sin usar?
No me casé de blanco. El alma es como el atún de Barbate, que tiene muchas partes: el morrillo, la ventresca… De cada parte de tu alma que dedicas a un amor, algo se resquebraja,pero algo queda para usarse, como en el disco duro de los ordenadores.
¿Ordenando sus recuerdos, se siente más seguro de sí mismo?
Aunque nunca quieras contar nada de ti mismo, se dice de todo, se oye de todo y todo se sabe. Estoy asentado, seguro y afrontando responsabilidades. Experiencias, palos y líos me hacen más fuerte.
No le persiguen leyendas de haberse metido en muchos líos.
Tengo tres hijos de tres mujeres distintas. Otros tienen más y alegan que ellas son las cómplices necesarias. En todo caso, la fuerza que me gusta es como la de la cuerda de un barco, que la tensas y te acerca a una nueva orilla. También me gustaría escribir imágenes de la fuerza de Titán, la luna de Saturno. Es un objeto estelar parecido a océanos de metano, con una fuerza de gravedad tan bajita que, cuando se evapora y llueve, se forman unas gotas gorditas que caen muy despacito. Entonces todo flota y tiene su gracia.
¿Su autobiografía será tan merodeadora como un cuento infinito?
Mi biografía no es tan aburrida, pero al final sólo soy un tío de barrio que ha viajado. Porque puedes salir del barrio, pero el barrio no sale de ti.

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